lunes, 12 de septiembre de 2011

CNU un grupo parapolicial asesino y cobardes, integrado por civiles y policias, por ellos la nacion tiene mas de 30.000 desaparecidos y asesinados ¡¡solo hace falta justicia¡¡

“Domínguez va a ser boleta”

Año 4. Edición número 160. Domingo 19 de junio de 2011
Calabró. Mandó a matar a Carlos Domínguez. || Duhalde. El Negro Bujía fue su mano derecha. (NA)

Otras notas

  • En la segunda nota de la investigación sobre el accionar de la Concentración Nacional Universitaria (CNU), Miradas al Sur revela cómo la banda parapolicial ultraderechista asesinó al dirigente sindical del hipódromo platense Carlos Antonio Domínguez, enfrentado al gobernador bonaerense Victorio Calabró. La orden de matarlo la dio Alberto El Negro Bujía, quien años después sería secretario privado de Eduardo Duhalde, cuando éste fue vicepresidente de Carlos Menem.
  • El martes pasado, finalmente, el juez federal Arnaldo Corazza dictó el procesamiento de Carlos Ernesto Castillo (a) El Indio y Juan José Pomares (a) Pipi por considerarlos “prima facie” coautores penalmente responsables “de los delitos de privación ilegal de la libertad, torturas y homicidio” en el marco del expediente N°9, caratulado “Domínguez Silvia Ester s/denuncia”.
  • Hasta el momento, Carlos Ernesto Castillo (a) El Indio y Juan José Pomares (a) Pipi son los únicos detenidos por los crímenes de lesa humanidad cometidos en La Plata por la patota parapolicial de la Concentración Nacional Universitaria (CNU) entre 1974 y abril de 1976, cuando fue desactivada mediante la detención de varios de sus miembros por fuerzas militares del Área de Operaciones 113, a cargo del coronel Roque Presti, durante un intento de secuestro de Juan Carlos Arias, un militante del peronismo platense.
  • La investigación de Miradas al Sur sobre el accionar del grupo de tareas paraestatal de la Concentración Nacional Universitaria pudo establecer que por lo menos cinco de sus integrantes, haciéndose pasar como víctimas del terrorismo de Estado, cobraron la indemnización que establece la Ley 24.043, que beneficia a quienes hayan sido juzgados por tribunales militares o hayan estado detenidos a disposición del Poder Ejecutivo durante la última dictadura cívico-militar.
  • Son más de las tres de la mañana del 18 de marzo de 1976 cuando los tres autos se detienen frente al establecimiento Las Hermanas, en una zona despoblada cercana al Barrio Marítimo de Ranelagh. Estacionan, al costado del camino, uno detrás del otro: los dos Ford Falcon adelante y el Fiat 128 último. Del asiento trasero del primer auto sacan a un joven corpulento, encapuchado y con las manos atadas con cinta de embalar. Del segundo Falcon sacan a otros dos, también cegados y maniatados, y los arrastran de los brazos junto al primero.
  • Por decisión del jefe de la patota, o quizás por indicación de quienes lo mandan, esta vez los autos no se dirigen hacia el Camino Negro, donde acostumbran a sembrar cadáveres. Carlos Ernesto Castillo (a) El Indio sólo ordena salir de La Plata en dirección a Ignacio Correa, un pueblo de las afueras de la capital provincial. No da ningún tipo de explicaciones. Y nadie se las pide.
La CNU mató a un gremialista que molestaba a Calabró. La orden la dio el futuro secretario privado de Duhalde.
El 11 de febrero de 1976, poco después de las cinco de la tarde, Omar Abel Giaccio, delegado del Pabellón de Profesionales del Hipódromo de La Plata, entró a la sede del Partido Justicialista, en la calle 59 entre 6 y 7 de esa ciudad, con una idea fija: avisarle a un hombre que lo iban a matar.
Lo vio conversando con otras personas y lo separó del grupo con una excusa que, ahora, no recuerda.
–Carlos, tenés que esconderte. Te van a matar –le dijo, en un murmullo, como se hablaba por entonces sobre la muerte.
–Quedate tranquilo, no pasa nada –respondió el otro.
–Te digo que te quieren matar. Me avisaron. Es la gente de Calabró –insistió.
–Te digo que no pasa nada. Vos quedate tranquilo, andá a tu casa y no salgas.
Carlos Antonio Domínguez, dirigente de los trabajadores del Hipódromo y presidente del PJ platense, sabía que estaba amenazado por la patota del gobernador bonaerense Victorio Calabró. Despidió a Giaccio con un gesto amigable y retomó la conversación que le había interrumpido.
Al día siguiente, el cadáver de Domínguez, con más de cuarenta balazos de distintos calibres, apareció en un descampado al costado del Camino Negro, entre Villa Elisa y Punta Lara. Hace apenas diez días –es decir, más de 35 años después–, Omar Abel Giaccio relató estos hechos durante su declaración en el Juzgado Federal platense a cargo de Arnaldo Corazza. Allí también identificó –en fotografías que le mostraron– a los miembros de la Concentración Nacional Universitaria (CNU) Carlos Ernesto Castillo (a) El Indio, Juan José Pomares (a) Pipi y Antonio Agustín Jesús (a) Tony como asalariados del Hipódromo de La Plata e integrantes de un grupo de tareas parapolicial que operaba amparado por Calabró.

Una advertencia inútil. El 11 de febrero de 1976 la cuenta regresiva del golpe estaba en marcha y Calabró ya había abandonado el barco que con brutal impericia intentaba timonear la heredera de Perón. El gobernador bonaerense –hombre del sector más cerril de la derecha sindical peronista– estaba en conversaciones con los conspiradores. Para él, el golpe del 24 de marzo sería apenas un episodio de transición que le permitiría regresar tranquilamente a su casa. Mientras tanto, limpiar el territorio bonaerense de troskos, zurdos e infiltrados en el movimiento era una buena ocupación. La banda de la CNU era uno de los grupos encargados de la tarea.
Aquel 11 de febrero, más temprano, Giaccio había recibido una advertencia de su suegro, un hombre de la pata sindical peronista cercano a Calabró, de apellido Morrasca. “La cosa en el hipódromo se está poniendo pesada. Andá a ver al Negro, a ver qué pasa”, le dijo. Si alguien podía tener “la justa” era Alberto El Negro Bujía, secretario privado del Gobernador. De acuerdo con la declaración –tomada en tercera persona, al estilo de los escribas judiciales– brindada por Giaccio el 9 de junio pasado en el juzgado de Corazza, Alberto Bujía lo recibió en la gobernación y Giaccio le preguntó qué iba a pasar, “a lo que éste le responde que se corra del hipódromo, que van a haber ‘boletas’, y que seguramente en el día de la fecha iba a caer un dirigente gremial”. Siempre según la declaración bajo juramento de Giaccio, Bujía le dice que el que iba a caer “seguramente era Domínguez, preguntándole si lo conocía”.
El Negro Bujía no hablaba al pedo. Para la pesada, el secretario privado de Calabró era la voz del Gobernador. Cuando daba una orden, nadie ponía en duda de dónde venía. Bujía había sabido ganarse la confianza de Don Victorio, como también después se ganó la de otro hombre de Calabró que llegaría muy lejos: Eduardo Alberto Duhalde (a) El Cabezón, por entonces intendente a la fuerza de Lomas de Zamora. Cuando el ex bañero de Lomas se transformó en vicepresidente de la Nación, Alberto Bujía asumió como su secretario privado.
Fue ese mismo 11 de febrero de 1976 que, después de hablar con El Negro, Giaccio salió espantado de la gobernación y enfiló hacia la sede del PJ para avisarle a Domínguez que lo iban a matar.

Banda en operaciones. En la oscuridad de las primeras horas del 12 de febrero, dos Ford Falcon, con entre ocho y diez personas a bordo, salieron de la casa quinta que El Indio Castillo alquilaba en la calle 4 entre 76 y 77, en las afueras de La Plata. Era un lugar conocido e intocable para la Bonaerense, utilizado como arsenal y base de operaciones por la CNU. Miradas al Sur pudo averiguar que de allí partieron Castillo, Dardo Omar Quinteros, Tony Jesús, Martín Osvaldo Sánchez (a) Papucho, Pipi Pomares, Alfredo Lozano (a) Boxer, Ricardo Calvo (a) Richard y otro integrante de la banda a quien por ahora se identificará como El Flaco Blas. El destino había sido indicado por Castillo antes de salir: la casa donde vivía Carlos Antonio Domínguez con su mujer, Silvia Ester.
La calle está vacía. Castillo golpea con violencia la puerta al grito de “¡Abran, policía!”, y cuando la mujer se asoma, la empuja hacia adentro. Detrás entran los otros, con las armas empuñadas, menos dos que quedan al volante de los autos. Cinco minutos después salen con Domínguez. Lo lleva El Indio, apoyándole la pistola en la cabeza. El hombre no es lo único que se llevan de la casa. Entre los objetos que se llevan, destacan una máquina de escribir y un redoblante.
Con Domínguez en el asiento de atrás del segundo auto, enfilan hacia uno de los lugares preferidos por la banda para terminar sus operaciones. El camino que une Villa Elisa con Punta Lara, donde siempre está oscuro y nunca hay un alma. Lo bajan del auto y Castillo tira primero, a quemarropa, un itakazo. Con el hombre en el suelo, terminan el ritual asesino: al cuerpo caído le disparan todos, cada uno con su arma. En total son más de cuarenta balas.

Una máquina de escribir y un redoblante. La investigación de Miradas al Sur confirma y llega más lejos que la declaración de Omar Abel Giaccio. En el Juzgado Federal a cargo de Arnaldo Corazza, el ex empleado del hipódromo platense dijo –y en la causa quedó asentado, nuevamente, en tercera persona– que “por lo que se decía, quienes se encargaron de secuestrar y asesinar a Domínguez eran sectores parapoliciales del Gobernador, que era el (sic) CNU, los cuales hoy en día están todos sueltos. Se decía que Domínguez había estado amenazado por sectores de Calabró. Los que supuestamente participaban del (sic) CNU trabajaban en el hipódromo, como por ejemplo Tony Jesús, una persona de apellido Blanco, cree que Richard Calvo, el Chino Causa y otros que no recuerda”.
Al finalizar su declaración –aunque todavía bajo juramento–, Giaccio reconoció tres de diez fotografías de integrantes de la CNU que le exhibieron. En ellas identificó a Castillo, a Pomares y a Jesús. De este último agregó espontáneamente: “Es director de un área de la Cámara de Diputados”. Efectivamente, Miradas al Sur pudo constatar que Antonio Jesús (a) Tony es actualmente director de Referencia Legislativa de la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires.La participación de la banda de la CNU en el secuestro y muerte de Domínguez queda demostrada, también, por una prueba material. Cuando, después de la detención de la banda a fines de abril de 1976, una partida policial al mando del oficial principal Julio César Garachico –paradójicamente uno de los policías que liberaban zonas para que operara la CNU (ver “Un policía de temer”)– allanó la casa del Indio Castillo, se encontró la máquina de escribir robada al gremialista. Silvia Ester Domínguez, su mujer, la reconoció. Lo que nunca más apareció fue el redoblante robado esa misma noche, que pasó a engrosar la colección de instrumentos de la barra brava de Gimnasia y Esgrima La Plata, de la que Tony Jesús era un conspicuo integrante.

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